La Narrativa Confiscatoria: Desmontando Dos Falacias Fiscales
En el escenario político y económico contemporáneo, una
narrativa persistente se cierne sobre la sociedad: la creencia de que los
impuestos son bajos y que la recaudación se destina principalmente a servicios
esenciales como la sanidad y la educación. Sin embargo, detrás de estas
afirmaciones se ocultan dos falacias fundamentales que merecen ser
desenmascaradas.
Una de las falacias más extendidas es la idea de que los
ciudadanos pagan pocos impuestos. Esta percepción podría ser cierta si solo
consideramos los impuestos directos sobre la renta, que a menudo son visibles y
transparentes. Sin embargo, la verdad es mucho más compleja. En un país como
Colombia, donde el esfuerzo fiscal es especialmente agudo, los impuestos
indirectos y las cargas fiscales sobre la inversión, el ahorro, el capital y el
consumo son asfixiantes y empobrecedores.
Para un trabajador con un salario mínimo en Colombia, la
carga fiscal puede ser abrumadora, llegando a aproximadamente el 53% de sus
ingresos. Esta cifra incluye no solo los impuestos directos que se deducen de
su salario, sino también los impuestos indirectos que se ocultan en el precio
de bienes y servicios esenciales. Esta realidad pone en perspectiva la magnitud
de la carga fiscal que soportan muchos ciudadanos, especialmente aquellos en
los estratos económicos más bajos.
Otra falacia común es la idea de que la mayoría de la
recaudación fiscal se destina a servicios sociales esenciales como la sanidad y
la educación. Si bien es cierto que estos sectores reciben una parte significativa
de los ingresos públicos, la distribución real del gasto público a menudo
revela una realidad diferente. La propaganda gubernamental, especialmente en
contextos políticos de orientación socialista, intenta convencer a la población
de que el expolio fiscal es una política social necesaria para el bienestar
colectivo.
Sin embargo, el verdadero problema radica en cómo se
gestiona y distribuye el gasto público. En muchos casos, nos encontramos con un
despilfarro irresponsable y un endeudamiento creciente que no se traduce en
beneficios tangibles para la sociedad. La aristocracia del gasto público tiende
a justificar su excesivo dispendio argumentando que están trabajando en pos del
"bien común", mientras que en realidad, el costo recae desproporcionadamente
en los contribuyentes.
Desenmascarar estas falacias fiscales es fundamental para promover un debate público más informado y transparente sobre la gestión de los recursos públicos. Es imperativo cuestionar la narrativa confiscatoria que perpetúa la creencia de que los ciudadanos no pagan lo suficiente en impuestos y que el gasto público descontrolado es la única forma de garantizar el bienestar social.
La verdadera responsabilidad fiscal implica no solo recaudar
fondos de manera justa y equitativa, sino también garantizar que estos recursos
se administren de manera eficiente y transparente. Los ciudadanos tienen
derecho a exigir una mayor rendición de cuentas por parte de los gobiernos y a
participar activamente en la toma de decisiones que afectan su bienestar
económico. Al desafiar las falacias fiscales arraigadas, podemos avanzar hacia
políticas fiscales más equitativas y sostenibles que promuevan un desarrollo
económico genuino y una distribución justa de la riqueza.
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